Dedicado los profesionales, personas que desarrollan cada día su profesión en el complejo, aunque excitante, mundo de hoy. Para que sepan que existe una manera de tomar mejores decisiones, desde un mayor bienestar.
Ana Lamas Fornos
Artículo sobre ARMAS INFALIBLES PARA TOMAR MEJORES DECISIONES
Nuestra actividad diaria se basa en una continua toma de decisiones; tanto en el terreno personal como en el profesional. Desde las más simples como: ir al trabajo, escribir, conducir, lavarnos la cabeza, hasta las más complejas como: un cambio de trabajo, decisiones complejas en nuestro ejercicio profesional, la elección de pareja o si decidimos tener hijos o no.
Son muchas las decisiones y actividades que realizamos y llevamos a cabo sin ser plenamente conscientes de por qué las hacemos de una manera y no de otra y, sobre todo, sin saber desde dónde las estamos realizando y si están en coherencia con nuestros sentimientos más profundos.
Comenzaremos por diferenciar entre pensar y sentir. La razón por la que considero necesario empezar por esta reflexión es porque muchas veces pensamos que actuamos desde nuestro cerebro, sin pasar por nuestro sentimiento y… ¡nada más lejos de la realidad!
Nuestro cerebro no sólo es el craneal, sino que, en realidad, disponemos de tres cerebros: cerebro craneal, cerebro intestinal y cerebro corazón. Y desde el cerebro corazón tomamos el 95% de nuestras decisiones, que provienen del subconsciente. Así que, si lo pensamos bien, somos seres más emocionales que racionales y nos movemos desde un lugar que ni siquiera hacemos consciente. Sorprendente, ¿verdad?
La mente subconsciente influye en la mayor parte de acciones que generamos en nuestra vida cotidiana.
El inconsciente nos ayuda a construir el consciente. Pero también todos hemos desarrollado el principio de realidad, que nos ayuda a afrontar la vida con capacidad adulta, tolerando las dificultades y responsabilizándonos de nuestras decisiones. Lo paradójico es que el inconsciente representa el 95% en nuestro cerebro, respecto a sólo el 5% que es consciente, como ya hemos dicho. La manera entonces de llegar a cambiar comportamientos y tomar mejores decisiones es desde ese 95% de subconsciente que nos lleva a actuar sin darnos cuenta y, esto solo se consigue desde el sentimiento, desde nuestra parte emocional.
El inconsciente es capaz de afectar la inteligencia emocional y las habilidades interpersonales. Esto es debido a que impacta en la comunicación verbal cuando una persona conversa con otra participa en un debate o forma parte de una dinámica en particular.
Es por todo esto que una mejor gestión emocional genera decisiones acertadas. Y este enfoque representa lo que son en esencia los cimientos del coaching estratégico y como se aplica la metodología para generar cambios duraderos y productivos.
Si somos capaces entonces de comprender de dónde vienen nuestras decisiones tendremos oportunidad de analizarlas y modificarlas a nuestro favor de manera más consciente y según resulte oportuno o necesario.
El experto en el estudio del comportamiento, residente de la Rotman School, habla sobre la necesidad apremiante de que las organizaciones comprendan el comportamiento humano y explica cómo el “sludge” (fango) es un obstáculo en el camino hacia la creación de valor.
En general todas las organizaciones se dedican a la modificación de la conducta. En cada caso hay una colección de individuos que interactúan con otros individuos con un fin particular. Podría ser un equipo de ventas que trata con clientes externos para vender un producto o servicio; responsables de recursos humanos que trabajan con una plantilla para optimizar la productividad. Cada una de esas interacciones implica el deseo de lograr algún tipo de cambio de comportamiento.
Algunos académicos se han centrado en los aspectos de persuasión en el cambio conductual, pero diríamos que lo que realmente estamos haciendo es ayudar a la gente a hacer cosas y facilitar que tomen decisiones que promuevan su bienestar. Una vez que hayamos aceptado esto, la comprensión del comportamiento humano pasará a la primera fila entre nuestras prioridades. Y, en muchos casos, ser ágil es vital, porque queremos que las personas hagan las cosas lo antes posible. Queremos que abran una cuenta de ahorro para la jubilación antes de que sea demasiado tarde; queremos que hagan una dieta saludable antes de que sea demasiado tarde; y queremos que tomen decisiones alineadas con ellos mismos y estratégicas de manera inmediata.
En el seno de las organizaciones, el reto es el mismo: seguramente desee que sus empleados sean más productivos, más eficientes o inclusivos, y cuanto antes lo sean, mejor.
El problema es que, incluso cuando la gente quiere hacer algo, a menudo no lo hace.
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